Holaa a toodos y bienvenidos a un nuevo post en el que os voy a contar mi último
viaje por tierras polacas.
El pasado fin de semana, después de 2 meses y 2 semanas sin verlos, por fin
pude reencontrarme con mis tíos, dos de las personas fundamentales en mí día a
día y a los cuales echaba muchísimo de menos. Debido a que tenían poco tiempo
para viajar y su único objetivo era verme sin importarles demasiado el lugar,
decidimos ir a pasar el fin de semana al norte de Polonia donde se encuentran
unos pueblos preciosos en los cuales puedes
disfrutar de su paisaje y ambiente playero ya que se encuentran en la
costa del mar báltico.
El jueves 23 de mayo por la tarde noche, aterrizaron en Varsovia (oomaitaa
que neelvios), realmente no me podía creer que después de tanto tiempo por fin
iba a reencontrarme con ellos (realmente no me lo creí hasta que se fueron
jajajja). Como llegaron para la hora de cenar, fui hasta el hotel donde se hospedaban
(mi querido Leonardo Royal) y una vez todos juntos (después de desmayos,
taquicardias, alegría e ilusión) nos dirigimos a el “Gastro Bar”, un bar de
Tapas Españolas (o al menos eso intentan, pero te digo yo que como en casa en
ningún sitio), que me habían recomendado mis tutoras de prácticas y todavía no
había tenido la oportunidad de ir. Después de disfrutar de una agradable velada
poniéndonos un poco al día, después de tanto tiempo sin vernos, bien servidos y
bebidos, fuimos a dar un paseo nocturno por las calles de alrededor del hotel y
nos despedimos hasta el día siguiente.
Por fin era viernes y además tenía visita, así que toda ilusionada finalicé
mi jornada de prácticas y me fui en busca de mis tíos para empezar nuestra aventura.
Primero de todo, nos dirigimos al hotel Marriot para recoger el coche que habíamos
alquilado para realizar nuestro viaje. Una vez hechos todos los trámites,
iniciamos rumbo hacia Gdansk.
Después de unas 4 horas de viaje por fin llegamos al pueblo costero.
Una vez allí, nos dispusimos a buscar el hotel, realizar el check-in y buscar estacionamiento para
el coche (eso fue de lo más curioso que nos pasó nada más llegar). Finalmente,
después de entrar en un pequeño estado de nervios por parte de mi tío, ya que
la mayoría de las calles del pueblo eran peatonales, estrechas y de doble sentido,
(Maldita locura!!) y que no teníamos muy claro donde teníamos que ir, se puso
un poco tensa la cosa (pero no sus preocupéis que no duró ni 5 segundos).
Lo divertido vino cuando le preguntamos al recepcionista si el hotel tenía
parking y cómo se accedía a él. Su respuesta fue positiva, nos dio las indicaciones
y nos dijo que teníamos que poner la tarjeta de la habitación para desbloquear
la puerta, entrar el coche y bajar a la planta -1 donde se encontraba el
parking.
La sorpresa vino cuando aparecimos en la calle donde se suponía que estaba
el parking y no encontrábamos ningún sitio por donde entrar el coche. Lo único
que había era un ascensor (nuestra cara al verlo fue para enmarcar). Yo les
dije que igual teníamos que poner la tarjeta en un aparato que había al lado de
ese ascensor entonces se abriría la puerta, entraríamos al ascensor y le
tendríamos que dar a la -1 y ya estaría, su respuesta litera fue “pero que
dices hombre, como va a caber un coche ahí dentro” (mi cara literal). La verdad
que era todo bastante raro, pero no había otro sitio por el cual poder meter el
coche, así que, con mi cabezonería de que tenia que se por el ascensor, me bajé
del coche, puse la tarjeta y de repente Cling
se abrió la puerta (en ese momento mi tía entro otra vez a recepción a
preguntar, porque no las tenía todas con que fuera por ahí) y efectivamente era
un ascensor para coches (viivaa el pijerio polaacooo).
Una vez estacionamos el coche, lo descargamos, subimos hasta nuestra
habitación y dejamos nuestras pertenencias, nos fuimos a disfrutar de las
vistas que ofrece el pueblo de Gdansk por la noche.
Fuimos por las distintas calles peatonales de la localidad, llegamos hasta al
Mercado largo en el cual se encuentra, una de las Iglesias más conocidas del
pueblo debido a su alto campanario, la Fuente de Neptuno, el ayuntamiento y una
gran variedad de restaurantes y bares que al final de la misma llegabas a el
rio. Paseamos un poco por sus alrededores y nos dirigimos al hotel para
descansar y recargar energía hacia el día siguiente.
El segundo día, nos propusimos acabar de ver los puntos más relevantes de
Gdansk, así como la iglesia blanca, la cual dispone de un maravilloso mirador.
Para acceder a él, subimos 150 escalones en forma de caracol (madre mía que
mareooo) y luego unos 250 más amplios. Una vez subidos 400 escalones (omaitaaa
los gemeloos, casi nos quedamos a mitaaad), llegamos a un altillo por el cual
subíamos unos 10 escalones súper inclinados para finalmente llegar al mirador.
Después de este entrenamiento improvisado, nos dirigimos a la parte del rio
para ver la famosa noria, el tiovivo, atravesar por los diferentes puentes y
visitar la puerta verde.
Después de toda la mañana visitando Gdnask, decidimos
trasladarnos a Sopot, otro de los pueblos que forman la costa, para pasar la
tarde.
Este es mucho más pequeño que el anterior, de lo contrario es mucho más
turístico.
En mi opinión, lo único que tiene es una amplia playa y un paseo
enorme en el cual puedes adentrarte hasta el medio del mar, pero como en
cualquier zona turística, se tiene que pagar hasta por respirar, así que decidimos
no atravesarlo y centrarnos en visitar las calles principales y volver a Gdansk
para poder disfrutar de las últimas horas en la ciudad.
Llegamos al hotel y nos dirigimos a la habitación para descansar. Un poco
después de todo el día rondando y mientras estábamos tranquilamente, derrepente
“gfh___bvdb__ fire alarm___hfsgf__hfg__fire alarm”. Empezó a sonar la alarma y
por megafonía podíamos escuchar palabras entre cortadas en polaco y entre ellas
pudimos entender de que era la alarma de incendios (que nooh quemaamooh!). En
ese momento, mi tía que se quedó blanca (su cara fue lo mejor del dia) y mi tío
(To asustao), lo primero que hizo fue coger los pasaportes (que digo yo, si
salimos de la habitación y hay llamas, si te abrasas tú se queman los
pasaportes contigo y poco van a saber quién eres, pero baah el feliz con sus
pasaportes).
Los tres un poco asustados, por no saber muy bien lo que estaba
pasando, salimos de la habitación, bajamos por las escaleras de emergencia, nos
encontramos con un montón de gente igual que nosotros y una vez fuera del hotel,
lo más inteligente en ese momento por parte de todos los que salíamos del hotel
fue entrar a la recepción (que digo yo si se está quemando el hotel y vuelves a
entrar muy seguro no estas pero buuuuenoo). Una vez allí, suena otra alarma
diciendo que había sido un problema técnico y que no pasaba nada (Vaya vaya
aquí no hay fire!).
Así que nada, con la tranquilidad de que no nos íbamos a
quemar y bien documentados gracias a la aportación de mi tío cogiendo los
pasaportes, nos fuimos a cenar y acabar de disfrutar de Gdansk.
Al día siguiente, ya de vuelta para Varsovia, decidimos visitar en el
Castillo de Malbork, ya que es uno de los castillos de ladrillo rojo más grande
y bien conservado de toda Europa, y, además, nos quedaba de paso.
Una vez
rodeado el Castillo y haber sacado de quicio a mi tío por el rato que tuvo que
esperarnos a que mi tía y yo acabáramos de hacernos 46.546.543.567.676 fotos, finalmente
iniciamos rumbo hacía la capital.
Después de alrededor de 4 horas de viaje, llegamos.
Devolvimos el coche de alquiler, fuimos al hotel en el que se iban a
hospedar la última noche (que penita) y los llevé a que vieran un poco más de Varsovia.
Fuimos a el “Saxon Garden”, mi parque favorito, y luego fuimos a cenar al “Zapiecek”
para que probaran algunos de los típicos platos polacos (buenísimo todo ya).
Por
último, y lo mejor de la noche, fue el postre; es muy típico por los países del
centro de Europa y se trata de una masa parecida a la del donut, pero mucho más
sabrosa, en forma de cono rebozada de lo que tu prefieras (canela, azúcar,
chocolate) y rellena de diferentes toppings;
por ejemplo, nosotros elegimos chocolate por dentro y encima una bola de helado
de diferentes sabores. Nosotros la pedimos de caramelo (madre mía que cosa más
buenaaaa).
Y después del espectacular sabor de boca que nos dejó el postre, los
acompañe al hotel y, lamentablemente, me tuve que despedir de ellos hasta mi vuelta a España.
A pesar de no gustarme tener que despedirme, estaba tremendamente feliz por
poder haber compartido con ellos estos 4 días llenos de risas, aventuras,
nuevas aventuras y, sobre todo, por hacerme sentir que al menos por unos
instantes volvía a estar en casa y con los míos. Desde aquí, a 2.727,1 km de
cada uno de vosotros (familia, amigos, y todos aquellos que han hecho que esta experiencia
se haya podido hacer realidad) os doy las gracias por hacerme sentir que
haciendo mi vida, viviendo a mi manera, experimentado todo y a miles de kilómetros
que estoy de vosotros, nunca estoy sola.
Y bueno, ya paro con las cursiladas que en teoría esto tiene que ser un
blog serio, pero bueno algunas palabras bonitas de vez en cuando no vienen mal.
Gracias a todos los que seguís aguantando todas mis aventuras y nos vemos
en el siguiente y último post.
Cuántas aventuras, cuántas excursiones, cuántos lugares bellos para visitar, cuánta información y cuánta cultura que nos regalas. Gracias por compartir tus vivencias y tus experiencias, estoy aprendiendo muchas cosas nuevas, y me quedo con ganas de visitar todos esos lugares, quizás quien sabe, será algún día.
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