domingo, 2 de junio de 2019

Dziękuję bardzo!


Holaa a todos y bienvenidos a este nuevo y último post. Sí, habéis leído bien: ÚUULTIIIIMOOOOO…  

Esta gran aventura está llegando a su fin y me gustaría compartir con vosotros una parte más íntima de ella más allá de todas las aventuras que os he ido contado en cada nueva entrada.

Voy empezar contándoos lo que ha significado para mí el hecho de realizar las prácticas del Ciclo Formativo de Grado Superior de Administración y Finanzas en una empresa como el “Leonardo Royal Hotel Warsaw”.

Desde un principio, cuando entré por la puerta, estaba segura que algo en mi iba a cambiar y que saldría de allí más madura, con más confianza en mí misma, sabiendo lo que quiero y hasta dónde quiero llegar y, sobretodo, sabía que iba a ser una gran oportunidad a nivel académico y profesional. Pero, una vez realizado todo el proceso y haber estado 3 meses allí, he comprobado que me ha aportado mucho más que eso gracias a cada una de las personas que han estado allí conmigo, ayudándome a mejorar, aprender y hacerme entender que un error no es un fracaso sino la mejor manera que hay para poder avanzar.

Eso se lo debo a Marta y Anastasiia: mis dos tutoras de prácticas (más bien mis dos mamis durante todo este tiempo), que desde el principio, con todo su cariño y siempre con una gran sonrisa en la cara, me han ido enseñando todo lo que necesitaba saber para realizar mis tareas con éxito, aparte de compartir carcajadas por cualquier cosa que se nos ocurriera y hacer  que el día a día en la oficina fuese más ameno. Les agradezco todos y cada uno de los segundos que han destinado por explicarme las cosas de diferentes maneras hasta que las entendiera debido a mi falta de vocabulario con el inglés (pero eeh que ahora lo pillo a la primera ya)  y simplemente les doy las gracias por ser como son y por todo lo que me han enseñado en todos los sentidos.

Después de estas palabras a mis tutoras, también quiero dar las gracias tanto a Kamil por sus bromas y su gran sentido del humor, a Dominika y a Kasia por ser de las pocas personas que se sientan a comer con nosotras y nos dan conversación, a la mujer de la limpieza que nos abre la puerta cada mañana con una sonrisa (no se su nombre pero sé que la voy a echar de menos), a Ewa por sus gritos y carcajadas que me hacen sentir que sigo en casa con mi madre (mami con amor eeh), a Anneta por su dulzura, a Marcin por hacerme salir un rato de la oficina y enseñarme uno de los edificios más grandes e importantes de Varsovia. En definitiva, doy las gracias al Hotel entero por hacer que esta experiencia vaya a estar siempre en mi recuerdo como una de las más enriquecedoras de mi vida.

Por otro lado, también quiero agradecer y decirles que, sin ellos, nada de esto hubiera sido lo mismo por todas las maravillosas personas que he conocido aquí.

Marilú y José Ramón, a vosotros deciros que a ver si mejoráis la táctica en cocina porque madre mía la comida del hotel jajaja, pero bueno también gracias por las risas y tontadas compartidas.

Kacper y Rafał, a vosotros gracias por vuestra acogida, por enseñarnos la mejor gastronomía polaca. A ti Kacper, gracias por elegir siempre los mejores sitios para comer y por tus pequeñas clases de polaco. En general, gracias por destinar un poquito de vuestro valioso tiempo en hacerme pasar muy buenos ratos.

Bárbara, mi “choni” favorita. La que el primer día que te vi no apostaba nada porque pudiéramos llegar a congeniar y a las 2 horas de estar contigo sabía que te ibas a convertir en mi compañera de locuras y de aventuras. Gracias por ser como eres, tan tú y tan autentica, por tu dulzura y todo el amor que desprendes, gracias por aparecer y ya tu sabe’h te espero en Zakopane ya (es que te amo ya de todo contigo ya).

Renzoooooo y Albertoooooo (mis amiguis italianos) aaaaiiiiiiiii! A vosotros me faltan palabras para describiros, para definir todas las risas hasta dolernos la barriga, nuestros bailes de twerk, nuestra conga improvisada en medio de la discoteca (nos quedamos solos), nuestros movimientos de baile sólo nuestros. En general, gracias por aparecer y darle a este Erasmus la chispa que le faltaba. Y en particular a ti Renzo gracias por hacerme descubrir la gran habilidad que tengo para entender SÓLO tu italiano.

Beatrice, a ti decirte que al principio no hablábamos casi, pero en este último mes y medio te has convertido en alguien muy especial, por todas las aventuras que te pasan, por esa manera tan alocada y despreocupada que tienes por vivir la vida al máximo. Gracias por esas noches de Klub Park, por ser mi compañera de lágrimas en estado de borrachera, por ser mi compañera dormilona en el Uber llegando a casa después de fiesta y gracias por la maravillosa paciencia que tienes para entender mi inglés. Un placer haber convivido contigo.

Martí, madre mía el rey de todos los rateros, la persona con la que he compartido casi todas mis compras semanales (mas llenas de caprichos que de comida necesaria), con el que he aprendido a analizar a las personas para grupa (ya tu sabeh), la persona que mejor me imita y me hace mearme de la risa hasta acabar desplomada en el suelo… Y entre miles de recuerdos más que me guardo para mi memoria y para recordarlos cada vez que te eche de menos. 
También gracias por ser la voz de la experiencia en nuestro apartamento, por tener siempre la respuesta a todo aunque no sea la correcta (pero tú ya lo has soltado), gracias por nuestra tarde loca en el roller y gracias por estar ahí en cualquier cosa que he necesitado.  Sé que como ratero que eres va a ser de los pocos momentos que nos quedan para compartir ya que tienes una agenda muy apretada en España (mentira todo, pero él es así que le vamos a hacer) así que solo nos queda exprimir la última semana.
Y a ti Raquel mi compañera desde el primer instante, con la que he compartido cada uno de los momentos, cada sensación… Hemos tenido pequeños rifirrafes (como todas las personas que conviven 24 h), hemos llorado, hemos disfrutado y sobre todo hemos VIVIDO TODO AL LÍMITE. Gracias por los abrazos sin motivo, gracias por tus miradas en momentos de saturación, gracias por tus ataques de risa a las 11 de la noche que seguramente se oían por todo el edificio, gracias por tus mimos sin medida y gracias por estar ahí hasta el final. Porque como ya tu sabe’h para mí el estar tanto tiempo y en cada momento con la misma persona al principio se me hacía un poco cuesta arriba, pero solo por ser taaaan puchiii te tengo que querer. Y pensar que al principio no sabía si iba a aguantar tanto tiempo contigo viéndote 24/7 y compartiendo todo y ahora solo de pensar que no voy a tener tu cara cada mañana,  ni cada noche, ni cada vez que alce la  vista desde cualquier parte de la habitación o de la mesa de la oficina, me da un vuelco el corazón.  Simplemente doy gracias a la casualidad o al destino que nos ha puesto en el mismo camino y nos ha hecho disfrutar la una de la otra. Te quiero y sé que después de todo, te querré siempre.

Varsòvia, Warsaw, Warszawa, siempre tendré un rinconcito para ti en mi corazón, y en cada rincón por el que he reído, he gritado, he disfrutado, me he ilusionado, me he decepcionado, me he relajado, en definitiva por todos  los sitios por los que he pasado, dejo un poquito de mi esencia para que no te olvides de mí igual que yo no voy a hacerlo de ti. Espero, en un futuro no muy lejano, volvernos a encontrar.

También daros las gracias a vosotros, sí, a todos aquellos que habéis ido siguiendo mi historia y habéis dedicado unos minutos de vuestro valioso tiempo, a entreteneros conmigo.

Y con esto pongo fin a mi experiencia Erasmus.

Hasta siempre Polonia y Hello España. Prepárate que vuelvo con las pilaaas al 1.110.394.663.483.248%

sábado, 1 de junio de 2019

Viajando al Norte!


Holaa a toodos y bienvenidos a un nuevo post en el que os voy a contar mi último viaje por tierras polacas.

El pasado fin de semana, después de 2 meses y 2 semanas sin verlos, por fin pude reencontrarme con mis tíos, dos de las personas fundamentales en mí día a día y a los cuales echaba muchísimo de menos. Debido a que tenían poco tiempo para viajar y su único objetivo era verme sin importarles demasiado el lugar, decidimos ir a pasar el fin de semana al norte de Polonia donde se encuentran unos pueblos preciosos en los cuales puedes  disfrutar de su paisaje y ambiente playero ya que se encuentran en la costa del mar báltico.

El jueves 23 de mayo por la tarde noche, aterrizaron en Varsovia (oomaitaa que neelvios), realmente no me podía creer que después de tanto tiempo por fin iba a reencontrarme con ellos (realmente no me lo creí hasta que se fueron jajajja). Como llegaron para la hora de cenar, fui hasta el hotel donde se hospedaban (mi querido Leonardo Royal) y una vez todos juntos (después de desmayos, taquicardias, alegría e ilusión) nos dirigimos a el “Gastro Bar”, un bar de Tapas Españolas (o al menos eso intentan, pero te digo yo que como en casa en ningún sitio), que me habían recomendado mis tutoras de prácticas y todavía no había tenido la oportunidad de ir. Después de disfrutar de una agradable velada poniéndonos un poco al día, después de tanto tiempo sin vernos, bien servidos y bebidos, fuimos a dar un paseo nocturno por las calles de alrededor del hotel y nos despedimos hasta el día siguiente.

Por fin era viernes y además tenía visita, así que toda ilusionada finalicé mi jornada de prácticas y me fui en busca de mis tíos para empezar nuestra aventura. Primero de todo, nos dirigimos al hotel Marriot para recoger el coche que habíamos alquilado para realizar nuestro viaje. Una vez hechos todos los trámites, iniciamos rumbo hacia Gdansk.

Después de unas 4 horas de viaje por fin llegamos al pueblo costero.

Una vez allí, nos dispusimos a buscar el hotel, realizar el check-in y buscar estacionamiento para el coche (eso fue de lo más curioso que nos pasó nada más llegar). Finalmente, después de entrar en un pequeño estado de nervios por parte de mi tío, ya que la mayoría de las calles del pueblo eran peatonales, estrechas y de doble sentido, (Maldita locura!!) y que no teníamos muy claro donde teníamos que ir, se puso un poco tensa la cosa (pero no sus preocupéis que no duró ni 5 segundos).

Lo divertido vino cuando le preguntamos al recepcionista si el hotel tenía parking y cómo se accedía a él. Su respuesta fue positiva, nos dio las indicaciones y nos dijo que teníamos que poner la tarjeta de la habitación para desbloquear la puerta, entrar el coche y bajar a la planta -1 donde se encontraba el parking.

La sorpresa vino cuando aparecimos en la calle donde se suponía que estaba el parking y no encontrábamos ningún sitio por donde entrar el coche. Lo único que había era un ascensor (nuestra cara al verlo fue para enmarcar). Yo les dije que igual teníamos que poner la tarjeta en un aparato que había al lado de ese ascensor entonces se abriría la puerta, entraríamos al ascensor y le tendríamos que dar a la -1 y ya estaría, su respuesta litera fue “pero que dices hombre, como va a caber un coche ahí dentro” (mi cara literal). La verdad que era todo bastante raro, pero no había otro sitio por el cual poder meter el coche, así que, con mi cabezonería de que tenia que se por el ascensor, me bajé del coche, puse la tarjeta y de repente Cling se abrió la puerta (en ese momento mi tía entro otra vez a recepción a preguntar, porque no las tenía todas con que fuera por ahí) y efectivamente era un ascensor para coches (viivaa el pijerio polaacooo).

Una vez estacionamos el coche, lo descargamos, subimos hasta nuestra habitación y dejamos nuestras pertenencias, nos fuimos a disfrutar de las vistas que ofrece el pueblo de Gdansk por la noche.

Fuimos por las distintas calles peatonales de la localidad, llegamos hasta al Mercado largo en el cual se encuentra, una de las Iglesias más conocidas del pueblo debido a su alto campanario, la Fuente de Neptuno, el ayuntamiento y una gran variedad de restaurantes y bares que al final de la misma llegabas a el rio. Paseamos un poco por sus alrededores y nos dirigimos al hotel para descansar y recargar energía hacia el día siguiente.

El segundo día, nos propusimos acabar de ver los puntos más relevantes de Gdansk, así como la iglesia blanca, la cual dispone de un maravilloso mirador. Para acceder a él, subimos 150 escalones en forma de caracol (madre mía que mareooo) y luego unos 250 más amplios. Una vez subidos 400 escalones (omaitaaa los gemeloos, casi nos quedamos a mitaaad), llegamos a un altillo por el cual subíamos unos 10 escalones súper inclinados para finalmente llegar al mirador.


Después de este entrenamiento improvisado, nos dirigimos a la parte del rio para ver la famosa noria, el tiovivo, atravesar por los diferentes puentes y visitar la puerta verde. 











Después de toda la mañana visitando Gdnask, decidimos trasladarnos a Sopot, otro de los pueblos que forman la costa, para pasar la tarde.

Este es mucho más pequeño que el anterior, de lo contrario es mucho más turístico. 

En mi opinión, lo único que tiene es una amplia playa y un paseo enorme en el cual puedes adentrarte hasta el medio del mar, pero como en cualquier zona turística, se tiene que pagar hasta por respirar, así que decidimos no atravesarlo y centrarnos en visitar las calles principales y volver a Gdansk para poder disfrutar de las últimas horas en la ciudad.

Llegamos al hotel y nos dirigimos a la habitación para descansar. Un poco después de todo el día rondando y mientras estábamos tranquilamente, derrepente “gfh___bvdb__ fire alarm___hfsgf__hfg__fire alarm”. Empezó a sonar la alarma y por megafonía podíamos escuchar palabras entre cortadas en polaco y entre ellas pudimos entender de que era la alarma de incendios (que nooh quemaamooh!). En ese momento, mi tía que se quedó blanca (su cara fue lo mejor del dia) y mi tío (To asustao), lo primero que hizo fue coger los pasaportes (que digo yo, si salimos de la habitación y hay llamas, si te abrasas tú se queman los pasaportes contigo y poco van a saber quién eres, pero baah el feliz con sus pasaportes).

Los tres un poco asustados, por no saber muy bien lo que estaba pasando, salimos de la habitación, bajamos por las escaleras de emergencia, nos encontramos con un montón de gente igual que nosotros y una vez fuera del hotel, lo más inteligente en ese momento por parte de todos los que salíamos del hotel fue entrar a la recepción (que digo yo si se está quemando el hotel y vuelves a entrar muy seguro no estas pero buuuuenoo). Una vez allí, suena otra alarma diciendo que había sido un problema técnico y que no pasaba nada (Vaya vaya aquí no hay fire!). 

Así que nada, con la tranquilidad de que no nos íbamos a quemar y bien documentados gracias a la aportación de mi tío cogiendo los pasaportes, nos fuimos a cenar y acabar de disfrutar de Gdansk.


Al día siguiente, ya de vuelta para Varsovia, decidimos visitar en el Castillo de Malbork, ya que es uno de los castillos de ladrillo rojo más grande y bien conservado de toda Europa, y, además, nos quedaba de paso.
















Una vez rodeado el Castillo y haber sacado de quicio a mi tío por el rato que tuvo que esperarnos a que mi tía y yo acabáramos de hacernos 46.546.543.567.676 fotos, finalmente iniciamos rumbo hacía la capital.

Después de alrededor de 4 horas de viaje, llegamos.

Devolvimos el coche de alquiler, fuimos al hotel en el que se iban a hospedar la última noche (que penita) y los llevé a que vieran un poco más de Varsovia. Fuimos a el “Saxon Garden”, mi parque favorito, y luego fuimos a cenar al “Zapiecek” para que probaran algunos de los típicos platos polacos (buenísimo todo ya).












Por último, y lo mejor de la noche, fue el postre; es muy típico por los países del centro de Europa y se trata de una masa parecida a la del donut, pero mucho más sabrosa, en forma de cono rebozada de lo que tu prefieras (canela, azúcar, chocolate) y rellena de diferentes toppings; por ejemplo, nosotros elegimos chocolate por dentro y encima una bola de helado de diferentes sabores. Nosotros la pedimos de caramelo (madre mía que cosa más buenaaaa).


Y después del espectacular sabor de boca que nos dejó el postre, los acompañe al hotel y, lamentablemente, me tuve que despedir de ellos hasta mi vuelta a  España. 

A pesar de no gustarme tener que despedirme, estaba tremendamente feliz por poder haber compartido con ellos estos 4 días llenos de risas, aventuras, nuevas aventuras y, sobre todo, por hacerme sentir que al menos por unos instantes volvía a estar en casa y con los míos. Desde aquí, a 2.727,1 km de cada uno de vosotros (familia, amigos, y todos aquellos que han hecho que esta experiencia se haya podido hacer realidad) os doy las gracias por hacerme sentir que haciendo mi vida, viviendo a mi manera, experimentado todo y a miles de kilómetros que estoy de vosotros, nunca estoy sola.

Y bueno, ya paro con las cursiladas que en teoría esto tiene que ser un blog serio, pero bueno algunas palabras bonitas de vez en cuando no vienen mal.

Gracias a todos los que seguís aguantando todas mis aventuras y nos vemos en el siguiente y último post.