jueves, 30 de mayo de 2019

Erasmus


Hoola chic@s. 

Ya estoy en la recta final y me gustaria contaros un poco sobre cómo es realizar un erasmus en varsovia, ya sea via universitaria o via FCT’s, tal y como lo he realizado yo.

Varsovia es un gran destino para decidirte a iniciar una primera aventura erasmus, ya que ofrece muchas facilidades para los jóvenes estudiantes. Por ejemplo, en las universidades (por lo menos en la que esta Martí, mi compañero de piso), tienen a alumnos de la misma que ayudan a los recién llegados a adaptarse, conocer un poco la ciudad… En general, es como una manera de brindar apoyo y hacerte sentir que no estás solo. Además, estos chicos suelen hablar tú mismo idioma, por ejemplo: Kacper, que es el Baddy (es cuqui el nombre eeh) de Martí, es como se les denomina en la Universidad, tiene el C1 de español por lo que lo habla perfectamente.

En mi caso, desde la movilidad de erasmus de Aragón, me pusieron en contacto con otros alumnos de toda la comunidad que también iban a realizar FCT’s en la capital polaca y en el mismo periodo.

Así es como conocí a Raquel, porque, además de compartir el puesto de trabajo, también decidimos ponernos de acuerdo con los billetes, el piso y demás y desde el primer momento nos convertimos en un gran punto de apoyo la una para la otra. 

También, nos facilitaron el número de un chico que el año pasado realizó las prácticas en Varsovia y nos fue bastante útil para encontrar piso, explicarnos cuatro cosas antes de viajar. En definitiva, nos puso un poco más en situación y se lo agradezco bastante.

De esta manera, también conocí a Bárbara. Con ella empecé a coincidir unos días después de llegar a Varsovia ya que no estudia lo mismo que yo sino que ella se dedica al sector de imagen I audiovisuales, pero, aun sin compartir puesto de prácticas, ha sido una de las personas fundamentales en estos casi 3 meses.


Por otra parte, también contacte con dos chicos más que también tenían como destino el Hotel Leonardo Royal Warsaw, pero ellos en el sector de cocina (nos viene genial a la hora de comer) y poco a poco fuimos conociéndonos un poco más y hacienda bastante pina.













Ajeno a todas las oportunidades que te brindan las movilidades Erasmus, la ciudad dispone de bastantes zonas y eventos en las cuales se concentran casi todos los jóvenes de diferentes partes del mundo que están en la misma situación que tú, e incluso jóvenes polacos, y es una gran oportunidad para poco a poco ir conociendo a gente e ir formando tu propio grupo.

Realmente si vas con ganas de pasártelo bien, aprender, disfrutar y sobretodo con la mente bien abierta y aprovechando cada oportunidad que se te ofrece, vivirás una experiencia llena de satisfacción y diversión de las que solo sacarás cosas buenas para todo lo que te queda por vivir y aprender.
Así que os animo a cada uno de vosotr@s a atreveros a sentir en todos los sentidos porque seguro que algo bueno os lleváis.

Nos vemos en el siguiente post!

miércoles, 29 de mayo de 2019

Un viaje para recordar


Sé que últimamente estoy un poco desaparecida y os tengo bastante desinformados, pero hoy vuelvo para contaros el primer viaje como mochileras de Bárbara, Raquel y yo. Sin duda un viaje para recordar en todo los sentidos.

Una de las cosas que más nos unió a Bárbara y a mí, fueron las locuras y las ganas de viajar y conocer mundo que ambas compartimos. Por ello, junto a Raquel, mi fiel compañera de cualquier locura que se me ha ido ocurriendo en estos meses fuera de casa, decidimos embarcaros en una primera aventura y viajar hasta Bratislava y Budapest.
Cogimos un autobús desde Varsovia a nuestro primer destino… BRATISLAVA!!
Fueron unas 12 largas horas a de viaje, pero bueno entre que tuvimos que hacer transbordo en Cracovia (que casi la liamos y nos subimos en otro BUUUUUUUS pero na’h to controlao) y viajamos toda la noche, lo llevamos bastante bien.
Una vez en la capital eslovaca, nos dirigimos al hostel (donde íbamos a pasar la noche) para hacer el check-in, dejar las maletas y, una vez todo listo, por fin empezar a investigar la ciudad.

Nuestra primera visita fue al castillo de Bratislava. De él podría destacar que está situado en una de las colinas de la localidad y desde ella puedes disfrutar de una maravillosa panorámica de toda la ciudad.















También, dispone de unos grandes y hermosos jardines en los que poder perderte durante un rato, relajarte y disfrutar de ellos.
Una vez disfrutadas las vistas (y para que engañarnos, después de hacernos miles de fotos postureo), nos dirigimos al centro histórico y a los puntos más significativos de la ciudad.











A medida que íbamos paseando por las calles, cada detalle que encontrábamos en ellas nos iba sorprendiendo. Finalmente, llegamos al famoso arco, que da paso al centro y en lo alto se encuentra uno de los campanarios más antiguos de la ciudad. 

Atravesándolo, llegamos a otros puntos significativos de la misma, así como la estatua de “Cumil”; una de las más peculiares, ya que no es demasiado común encontrarse a un hombre saliendo de una alcantarilla.  También, localizamos la estatua de “Schone Naci”, una de las más importantes de Bratislava ya que representa a un señor que vagaba por las calles de la antigua ciudad, en frac y un sombrero de copa, que ante las damas, se lo quitaba en muestra de saludo.
 





Continuamos nuestra ruta y pudimos disfrutar de: la famosa Iglesia Azul, el puente de San Miguel, el cual atraviesa el gran río Danubio y de noche tiene una vista espectacular del castillo y el resto de la ciudad, y la plaza “Hviezdoslav”, en la cual nos encontramos con una concentración de coches antiguos bastante curiosos.









Y, por último, de camino al hostel, nos encontramos con el “Palacio de primado”. Nos llamó mucho la atención la fuente situada en la entrada, ya que contiene una bola del mundo bastante bonita en su interior.











Una vez visitados los principales puntos de la ciudad, decidimos ir hacia nuestro alojamiento a descansar un rato y recargar energías para poder acabar de disfrutar de las pocas horas que nos quedaban es la capital eslovaca.

Todo iba muy tranquilo hasta que, de repente, mientras acabábamos de asearnos y acicalarnos (ponernos bellas) para salir a ver que se cocía por la noche Brastislva, alguien abrió la puerta de la habitación. 
Era una de nuestras compañeras de habitación, ya que la compartíamos con 3 chicas más. 
Desde el primer momento, congeniamos todas genial hasta tal punto de irnos todas juntas a acabar de disfrutar de nuestra estancia en la ciudad.

En ese momento, una vez más, me recordé lo increíblemente satisfactorio que podía llegar ser, conocer y viajar por el mundo sin esperarse nada, simplemente dejándose llevar.

Al día siguiente, nos montamos en otro autobús con destino a Budapest a por nuestra segunda aventura del viaje.
Y cuando todo nos iba vienta en popa, de repente, la cruda realidad decidió aparecer en forma de timador, inocencia e inexperiencia dejándonos con un mal sabor de boca. 
Nada más llegar a la capital hongarina, un taxista que parecía de lo más simpático y amable, resultó ser todo lo contrario, estafándonos y haciéndonos sentir de lo más ilusas debido a nuestra falta de experiencia ante estas situaciones en las que te puede poner la vida.
Después de hacer el chek-in, descargar el equipaje e intentar tranquilizarnos después del disgusto que llevábamos encima, nos dirigimos a una de las termas más famosas de la ciudad, ya que se encuentra en el exterior y es una de las más antiguas.

Cuando pensábamos que no podía sucedernos nada peor y que en cuanto pusiéramos pie en las termas haríamos borrón y cuenta nueva (que ilusas), nos encontramos con el maravilloso transporte publico…

Nos dirigimos al  metro y, como estábamos más perdidas que una aguja en un pajar, decidimos preguntar a un hombre (lo peor que pudimos haber hecho) que pasaba por allí sobre la línea más rápida para llegar al balneario. Nos dijo que nos acompañaba a la boca de metro más cercana. Nosotras ya escarmentadas de la situación anterior, no teníamos muy claro que hacer, pero como deseábamos llegar cuanto antes le hicimos caso. 

Una vez llegamos a la entrada del metro, bajamos las escaleras y, de repente, aparece el metro y el chico nos dice “ese eeh eseee eeeh” y mientras nos empujaba hacia dentro yo le preguntaba “pero ande está el tiqueeeee”, pero no me respondía y sin quererlo ni beberlo nos encontrábamos dentro. Empezamos a preguntar a toda la gente del vagón dónde se podían comprar los tiquetes y, de repente, tuvimos la gran mala suerte de toparnos con los revisores. En verdad, pensándolo fríamente, la situación fue graciosa: yo tan tranquila sin saber que era la revisora, le pregunté “dónde se compran los tiquee” y me dice “no tiene tikeet” y yo “noooo necesito saber dónde se compran” y  entonces me dice “pues tienes un problema”. En ese momento no podía pensar en nada más que no fuera “Porfavor no me multeees”, pero evidentemente nadie me escuchó y es, efectivamente, lo que nos sucedió (multaaa al cantoooo). Nos bajamos de la estación, nos cogieron los datos, nos entregaron el certificado de multa y nos cobraron el importe correspondiente (vaya sablazooo).








Pasado este mal trago, y ya sin ganas de nada mas de que se acabara ese viaje ya y volver a casa, por fin llegamos al balneario donde nos pudimos relajar y evadirnos por unos instantes de todo lo que nos había sucedido nada más llegar.


Al salir, nos fuimos a hacer un poco de turismo nocturno. Atravesamos dos de los múltiples puentes que unen las dos partes de la ciudad Buda y Pest y atraviesan el rio Danubio, vimos la famosa noria, la iglesia de san Esteban, el catillo  de Buda y el parlamento iluminado. Después de andar más de dos horas, sin apenas darnos cuenta, nos dirigimos hacia el hostel para descansar y olvidar ese día lleno de experiencias negativas.



Suerte que, como dice el refrán, “después de la tormenta siempre llega la calma” y así fue. Nuestro segundo día fue muchísimo mejor: a primera hora de la mañana realizamos un free tour en el que visitamos la parte más histórica y el cual duró alrededor de unas 3 horas.











Al finalizarlo, nos dirigimos hacia la parte de Buda (la zona alta de la ciudad) para ver su castillo, su iglesia y todos los encantos que esconde en cada uno de sus rincones. 












Y ya para ir finalizando el día, antes de ir al embarcadero a coger un barco para realizar el recorrido nocturno por el Danubio, fuimos a visitar la isla Margarita, que está situada en uno de los puentes que he nombrado antes y en ella se encuentran varias áreas para hacer deporte, zonas de ocio en las cuales alquilar patinetes, bicicletas, tándems… (Siguiendo la línea de la locura cogimos uno y fue sin duda lo mejor de todo el viaje!!).












También, había una fuente con elementos multimedia con luces música y efectos con el agua.


Para finalizar nuestro viaje, como he comentado antes, nos embarcamos en una travesía por el Danubio acompañado de un audio guía que, de una forma narrativa y bastante emotiva, nos iba contando varias historias de los diferentes monumentos por los que íbamos pasando.

Con ello, conseguimos verle otro lado a la ciudad y sacarnos la espinita que llevábamos clavada de todo lo sucedido nada más llegar.

Y después de otras 12 largas horas de autobús, dimos por finalizado nuestro primer viaje lleno de diversas emociones que, al fin y al cabo, es el riesgo que debes correr cuando te atreves a vivir sin medida.

Espero que nuestra historia os haya gustado o al menos hayáis pasado un buen rato riéndoos de nuestras aventuras. 
Y recordad: nada es lo que parece, así que un poco de desconfianza a veces no viene nada mal.

domingo, 12 de mayo de 2019

Reencuentro


Buenos días, buenas tardes o buenas noches, depende del momento en el que saquéis un poquito de vuestro valioso tiempo para leer mis historias.  En el post de hoy os explicare mi primer viaje y mi primera visita después de un mes fuera de casa.

Para semana santa vino a visitarme mi madre (una de las personas, que sin imaginármelo antes de emprender mi viaje, echaba más de menos) y, como a venturera que es, me propuso, junto algunas de mis compañeras y amigas de esta experiencia, de ir a visitar Kraków, las minas de sal de “Wielicka”, las montañas de “Zakopane” y el campo de concentración de Auschwitz, como ya os comente en el post anterior.

Nuestra aventura comenzó alquilando un coche para poder desplazarnos hasta nuestros destinos. Esta parte fue bastante caótica (madre mía con los neerviioosss!! Jajaja); después de una hora intentando llegar a la recogida del vehículo de alquiler, lo encontramos. Una vez allí nos atendió un muchacho muy majo, nos hizo el “check-in” y nos entregó las llaves del que iba a ser nuestro medio de transporte durante los próximos cuatro días.

Nos dirigimos al parking donde se encontraba un Mercedes-Benz GL 200 (o en mi total desconocimiento de modelos de coches, un meeerceedacooo de cuidao). Metimos el equipaje en el maletero, nos subimos al coche, mi madre se adaptó el asiento para poder conducir con comodidad y pareció estar todo listo para emprender nuestro viaje… Cuando de repente nos dimos cuenta que el coche no tenía marchas(omaitaa😱!). En ese momento, el primer pensamiento fue que al ser automático era normal que no tuviera marchas (pero es que no tenía ni la palanca de pa’lante pa’trás, estacionado o en movimiento), pero tenía que tener algo para poder indicar la dirección del vehículo y nosotras no lo encontrábamos. Suerte que por el parking apareció uno de los encargados y nos explicó que se hacía desde la palanca del intermitente y que todo lo demás funcionaba igual que un coche corriente. Después de este pequeño percance, debido a nuestra ignorancia en nuevas tecnologías, emprendimos  ruta hacia Kraków.

Después de 5 horas de viaje, debido a las  maravillosas obras que integran las carreteras por las que pasamos, llegamos al destino.

El primer día visitamos “Wielicka” dónde se encuentra una de las minas de sal más antiguas del mundo, explotada sin interrupción desde el siglo XIII, con una profundidad de 327 metros y una longitud superior a los 300 kilometros. 












El recorrido completo dura como unas 3 horas, ya que en nuestro caso íbamos con un grupo guiado en el que nos iban contando la historia de cada uno de los rincones por los que pasábamos.














En mi opinión es uno de los lugares de obligada visita si vas a Polonia, ya que es impresionante todo lo que hay construido a tantos metros bajo tierra.














Al salir de las minas nos dirigimos a Kraków. 
Nos adentramos entre sus calles, sus plazas, su paseo por el río, su castillo y cada paso que dábamos nos encontrábamos con más gente bien  arreglada, con cestas en las manos (llenas de comida) que se dirigían a las diferentes iglesias de la ciudad para bendecirlas. En este país es tradición en pascua llevar las cestas a bendecir y comerse el contenido de las mismas al día siguiente para desayunar. Era bastante curioso de ver.

De esta ciudad se podría destacar su estilo medieval en su centro histórico y la mayoría de las calles y la cantidad de turistas que visitan la ciudad debido a que ha sido una de las más importantes del país.

Y por último visitamos Zakopane, unos de los pueblos más destacados por tener cerca una de las montañas con mejores vistas, a la cual se puede acceder mediante funicular o telesilla.














Primero, nos dirigimos a hacer un poco de senderismo y encontramos un lugar en lo alto de la naturaleza con una cascada de lo más conocida por la zona. Después de estar toda la mañana perdidas por la tranquilidad y la paz que aportaba ese lugar, fuimos para el pueblo en busca de algún lugar para comer y luego visitar un poco la localidad.

Comimos en un restaurante polaco en el que tuvimos un pequeño percance a la hora de pedir la bebida, ya que nos apetecía una cerveza y le pedimos una jarra de medio litro. Nos dimos cuenta que no lo habíamos pedido bien o que el camarero no nos entendió, cuando de repente apareció con un surtidor de 2 litros de cerveza🍻(experiencias que te pasan cuando no conoces muy bien un idioma). Una vez comidas y sobretodo nada sedientas, fuimos a pasear un poco por el pueblo.
Una de las cosas más curiosas y sobretodo más divertidas de la visita a Zakopane, fue el momento en el que encontramos una casa del revés y, además, inclinada. Se ve que es uno de los lugares más conocidos por los turistas debido a su originalidad y al buen rato que te hace pasar.

Sin duda de este viaje me quedo con las risas, los momentos de nerviosismo y tensión que luego acaban valiéndose en carcajadas al recordarlo, pero sobretodo me quedo con los buenos momentos y el recargue de energía que fue para mí reencontrarme con mi madre💖.

Y con las pilas bien cargadas y feliz de poder sentir y disfrutar de cada momento de esta experiencia, me despido de vosotros hasta el siguiente post.