domingo, 2 de junio de 2019

Dziękuję bardzo!


Holaa a todos y bienvenidos a este nuevo y último post. Sí, habéis leído bien: ÚUULTIIIIMOOOOO…  

Esta gran aventura está llegando a su fin y me gustaría compartir con vosotros una parte más íntima de ella más allá de todas las aventuras que os he ido contado en cada nueva entrada.

Voy empezar contándoos lo que ha significado para mí el hecho de realizar las prácticas del Ciclo Formativo de Grado Superior de Administración y Finanzas en una empresa como el “Leonardo Royal Hotel Warsaw”.

Desde un principio, cuando entré por la puerta, estaba segura que algo en mi iba a cambiar y que saldría de allí más madura, con más confianza en mí misma, sabiendo lo que quiero y hasta dónde quiero llegar y, sobretodo, sabía que iba a ser una gran oportunidad a nivel académico y profesional. Pero, una vez realizado todo el proceso y haber estado 3 meses allí, he comprobado que me ha aportado mucho más que eso gracias a cada una de las personas que han estado allí conmigo, ayudándome a mejorar, aprender y hacerme entender que un error no es un fracaso sino la mejor manera que hay para poder avanzar.

Eso se lo debo a Marta y Anastasiia: mis dos tutoras de prácticas (más bien mis dos mamis durante todo este tiempo), que desde el principio, con todo su cariño y siempre con una gran sonrisa en la cara, me han ido enseñando todo lo que necesitaba saber para realizar mis tareas con éxito, aparte de compartir carcajadas por cualquier cosa que se nos ocurriera y hacer  que el día a día en la oficina fuese más ameno. Les agradezco todos y cada uno de los segundos que han destinado por explicarme las cosas de diferentes maneras hasta que las entendiera debido a mi falta de vocabulario con el inglés (pero eeh que ahora lo pillo a la primera ya)  y simplemente les doy las gracias por ser como son y por todo lo que me han enseñado en todos los sentidos.

Después de estas palabras a mis tutoras, también quiero dar las gracias tanto a Kamil por sus bromas y su gran sentido del humor, a Dominika y a Kasia por ser de las pocas personas que se sientan a comer con nosotras y nos dan conversación, a la mujer de la limpieza que nos abre la puerta cada mañana con una sonrisa (no se su nombre pero sé que la voy a echar de menos), a Ewa por sus gritos y carcajadas que me hacen sentir que sigo en casa con mi madre (mami con amor eeh), a Anneta por su dulzura, a Marcin por hacerme salir un rato de la oficina y enseñarme uno de los edificios más grandes e importantes de Varsovia. En definitiva, doy las gracias al Hotel entero por hacer que esta experiencia vaya a estar siempre en mi recuerdo como una de las más enriquecedoras de mi vida.

Por otro lado, también quiero agradecer y decirles que, sin ellos, nada de esto hubiera sido lo mismo por todas las maravillosas personas que he conocido aquí.

Marilú y José Ramón, a vosotros deciros que a ver si mejoráis la táctica en cocina porque madre mía la comida del hotel jajaja, pero bueno también gracias por las risas y tontadas compartidas.

Kacper y Rafał, a vosotros gracias por vuestra acogida, por enseñarnos la mejor gastronomía polaca. A ti Kacper, gracias por elegir siempre los mejores sitios para comer y por tus pequeñas clases de polaco. En general, gracias por destinar un poquito de vuestro valioso tiempo en hacerme pasar muy buenos ratos.

Bárbara, mi “choni” favorita. La que el primer día que te vi no apostaba nada porque pudiéramos llegar a congeniar y a las 2 horas de estar contigo sabía que te ibas a convertir en mi compañera de locuras y de aventuras. Gracias por ser como eres, tan tú y tan autentica, por tu dulzura y todo el amor que desprendes, gracias por aparecer y ya tu sabe’h te espero en Zakopane ya (es que te amo ya de todo contigo ya).

Renzoooooo y Albertoooooo (mis amiguis italianos) aaaaiiiiiiiii! A vosotros me faltan palabras para describiros, para definir todas las risas hasta dolernos la barriga, nuestros bailes de twerk, nuestra conga improvisada en medio de la discoteca (nos quedamos solos), nuestros movimientos de baile sólo nuestros. En general, gracias por aparecer y darle a este Erasmus la chispa que le faltaba. Y en particular a ti Renzo gracias por hacerme descubrir la gran habilidad que tengo para entender SÓLO tu italiano.

Beatrice, a ti decirte que al principio no hablábamos casi, pero en este último mes y medio te has convertido en alguien muy especial, por todas las aventuras que te pasan, por esa manera tan alocada y despreocupada que tienes por vivir la vida al máximo. Gracias por esas noches de Klub Park, por ser mi compañera de lágrimas en estado de borrachera, por ser mi compañera dormilona en el Uber llegando a casa después de fiesta y gracias por la maravillosa paciencia que tienes para entender mi inglés. Un placer haber convivido contigo.

Martí, madre mía el rey de todos los rateros, la persona con la que he compartido casi todas mis compras semanales (mas llenas de caprichos que de comida necesaria), con el que he aprendido a analizar a las personas para grupa (ya tu sabeh), la persona que mejor me imita y me hace mearme de la risa hasta acabar desplomada en el suelo… Y entre miles de recuerdos más que me guardo para mi memoria y para recordarlos cada vez que te eche de menos. 
También gracias por ser la voz de la experiencia en nuestro apartamento, por tener siempre la respuesta a todo aunque no sea la correcta (pero tú ya lo has soltado), gracias por nuestra tarde loca en el roller y gracias por estar ahí en cualquier cosa que he necesitado.  Sé que como ratero que eres va a ser de los pocos momentos que nos quedan para compartir ya que tienes una agenda muy apretada en España (mentira todo, pero él es así que le vamos a hacer) así que solo nos queda exprimir la última semana.
Y a ti Raquel mi compañera desde el primer instante, con la que he compartido cada uno de los momentos, cada sensación… Hemos tenido pequeños rifirrafes (como todas las personas que conviven 24 h), hemos llorado, hemos disfrutado y sobre todo hemos VIVIDO TODO AL LÍMITE. Gracias por los abrazos sin motivo, gracias por tus miradas en momentos de saturación, gracias por tus ataques de risa a las 11 de la noche que seguramente se oían por todo el edificio, gracias por tus mimos sin medida y gracias por estar ahí hasta el final. Porque como ya tu sabe’h para mí el estar tanto tiempo y en cada momento con la misma persona al principio se me hacía un poco cuesta arriba, pero solo por ser taaaan puchiii te tengo que querer. Y pensar que al principio no sabía si iba a aguantar tanto tiempo contigo viéndote 24/7 y compartiendo todo y ahora solo de pensar que no voy a tener tu cara cada mañana,  ni cada noche, ni cada vez que alce la  vista desde cualquier parte de la habitación o de la mesa de la oficina, me da un vuelco el corazón.  Simplemente doy gracias a la casualidad o al destino que nos ha puesto en el mismo camino y nos ha hecho disfrutar la una de la otra. Te quiero y sé que después de todo, te querré siempre.

Varsòvia, Warsaw, Warszawa, siempre tendré un rinconcito para ti en mi corazón, y en cada rincón por el que he reído, he gritado, he disfrutado, me he ilusionado, me he decepcionado, me he relajado, en definitiva por todos  los sitios por los que he pasado, dejo un poquito de mi esencia para que no te olvides de mí igual que yo no voy a hacerlo de ti. Espero, en un futuro no muy lejano, volvernos a encontrar.

También daros las gracias a vosotros, sí, a todos aquellos que habéis ido siguiendo mi historia y habéis dedicado unos minutos de vuestro valioso tiempo, a entreteneros conmigo.

Y con esto pongo fin a mi experiencia Erasmus.

Hasta siempre Polonia y Hello España. Prepárate que vuelvo con las pilaaas al 1.110.394.663.483.248%

sábado, 1 de junio de 2019

Viajando al Norte!


Holaa a toodos y bienvenidos a un nuevo post en el que os voy a contar mi último viaje por tierras polacas.

El pasado fin de semana, después de 2 meses y 2 semanas sin verlos, por fin pude reencontrarme con mis tíos, dos de las personas fundamentales en mí día a día y a los cuales echaba muchísimo de menos. Debido a que tenían poco tiempo para viajar y su único objetivo era verme sin importarles demasiado el lugar, decidimos ir a pasar el fin de semana al norte de Polonia donde se encuentran unos pueblos preciosos en los cuales puedes  disfrutar de su paisaje y ambiente playero ya que se encuentran en la costa del mar báltico.

El jueves 23 de mayo por la tarde noche, aterrizaron en Varsovia (oomaitaa que neelvios), realmente no me podía creer que después de tanto tiempo por fin iba a reencontrarme con ellos (realmente no me lo creí hasta que se fueron jajajja). Como llegaron para la hora de cenar, fui hasta el hotel donde se hospedaban (mi querido Leonardo Royal) y una vez todos juntos (después de desmayos, taquicardias, alegría e ilusión) nos dirigimos a el “Gastro Bar”, un bar de Tapas Españolas (o al menos eso intentan, pero te digo yo que como en casa en ningún sitio), que me habían recomendado mis tutoras de prácticas y todavía no había tenido la oportunidad de ir. Después de disfrutar de una agradable velada poniéndonos un poco al día, después de tanto tiempo sin vernos, bien servidos y bebidos, fuimos a dar un paseo nocturno por las calles de alrededor del hotel y nos despedimos hasta el día siguiente.

Por fin era viernes y además tenía visita, así que toda ilusionada finalicé mi jornada de prácticas y me fui en busca de mis tíos para empezar nuestra aventura. Primero de todo, nos dirigimos al hotel Marriot para recoger el coche que habíamos alquilado para realizar nuestro viaje. Una vez hechos todos los trámites, iniciamos rumbo hacia Gdansk.

Después de unas 4 horas de viaje por fin llegamos al pueblo costero.

Una vez allí, nos dispusimos a buscar el hotel, realizar el check-in y buscar estacionamiento para el coche (eso fue de lo más curioso que nos pasó nada más llegar). Finalmente, después de entrar en un pequeño estado de nervios por parte de mi tío, ya que la mayoría de las calles del pueblo eran peatonales, estrechas y de doble sentido, (Maldita locura!!) y que no teníamos muy claro donde teníamos que ir, se puso un poco tensa la cosa (pero no sus preocupéis que no duró ni 5 segundos).

Lo divertido vino cuando le preguntamos al recepcionista si el hotel tenía parking y cómo se accedía a él. Su respuesta fue positiva, nos dio las indicaciones y nos dijo que teníamos que poner la tarjeta de la habitación para desbloquear la puerta, entrar el coche y bajar a la planta -1 donde se encontraba el parking.

La sorpresa vino cuando aparecimos en la calle donde se suponía que estaba el parking y no encontrábamos ningún sitio por donde entrar el coche. Lo único que había era un ascensor (nuestra cara al verlo fue para enmarcar). Yo les dije que igual teníamos que poner la tarjeta en un aparato que había al lado de ese ascensor entonces se abriría la puerta, entraríamos al ascensor y le tendríamos que dar a la -1 y ya estaría, su respuesta litera fue “pero que dices hombre, como va a caber un coche ahí dentro” (mi cara literal). La verdad que era todo bastante raro, pero no había otro sitio por el cual poder meter el coche, así que, con mi cabezonería de que tenia que se por el ascensor, me bajé del coche, puse la tarjeta y de repente Cling se abrió la puerta (en ese momento mi tía entro otra vez a recepción a preguntar, porque no las tenía todas con que fuera por ahí) y efectivamente era un ascensor para coches (viivaa el pijerio polaacooo).

Una vez estacionamos el coche, lo descargamos, subimos hasta nuestra habitación y dejamos nuestras pertenencias, nos fuimos a disfrutar de las vistas que ofrece el pueblo de Gdansk por la noche.

Fuimos por las distintas calles peatonales de la localidad, llegamos hasta al Mercado largo en el cual se encuentra, una de las Iglesias más conocidas del pueblo debido a su alto campanario, la Fuente de Neptuno, el ayuntamiento y una gran variedad de restaurantes y bares que al final de la misma llegabas a el rio. Paseamos un poco por sus alrededores y nos dirigimos al hotel para descansar y recargar energía hacia el día siguiente.

El segundo día, nos propusimos acabar de ver los puntos más relevantes de Gdansk, así como la iglesia blanca, la cual dispone de un maravilloso mirador. Para acceder a él, subimos 150 escalones en forma de caracol (madre mía que mareooo) y luego unos 250 más amplios. Una vez subidos 400 escalones (omaitaaa los gemeloos, casi nos quedamos a mitaaad), llegamos a un altillo por el cual subíamos unos 10 escalones súper inclinados para finalmente llegar al mirador.


Después de este entrenamiento improvisado, nos dirigimos a la parte del rio para ver la famosa noria, el tiovivo, atravesar por los diferentes puentes y visitar la puerta verde. 











Después de toda la mañana visitando Gdnask, decidimos trasladarnos a Sopot, otro de los pueblos que forman la costa, para pasar la tarde.

Este es mucho más pequeño que el anterior, de lo contrario es mucho más turístico. 

En mi opinión, lo único que tiene es una amplia playa y un paseo enorme en el cual puedes adentrarte hasta el medio del mar, pero como en cualquier zona turística, se tiene que pagar hasta por respirar, así que decidimos no atravesarlo y centrarnos en visitar las calles principales y volver a Gdansk para poder disfrutar de las últimas horas en la ciudad.

Llegamos al hotel y nos dirigimos a la habitación para descansar. Un poco después de todo el día rondando y mientras estábamos tranquilamente, derrepente “gfh___bvdb__ fire alarm___hfsgf__hfg__fire alarm”. Empezó a sonar la alarma y por megafonía podíamos escuchar palabras entre cortadas en polaco y entre ellas pudimos entender de que era la alarma de incendios (que nooh quemaamooh!). En ese momento, mi tía que se quedó blanca (su cara fue lo mejor del dia) y mi tío (To asustao), lo primero que hizo fue coger los pasaportes (que digo yo, si salimos de la habitación y hay llamas, si te abrasas tú se queman los pasaportes contigo y poco van a saber quién eres, pero baah el feliz con sus pasaportes).

Los tres un poco asustados, por no saber muy bien lo que estaba pasando, salimos de la habitación, bajamos por las escaleras de emergencia, nos encontramos con un montón de gente igual que nosotros y una vez fuera del hotel, lo más inteligente en ese momento por parte de todos los que salíamos del hotel fue entrar a la recepción (que digo yo si se está quemando el hotel y vuelves a entrar muy seguro no estas pero buuuuenoo). Una vez allí, suena otra alarma diciendo que había sido un problema técnico y que no pasaba nada (Vaya vaya aquí no hay fire!). 

Así que nada, con la tranquilidad de que no nos íbamos a quemar y bien documentados gracias a la aportación de mi tío cogiendo los pasaportes, nos fuimos a cenar y acabar de disfrutar de Gdansk.


Al día siguiente, ya de vuelta para Varsovia, decidimos visitar en el Castillo de Malbork, ya que es uno de los castillos de ladrillo rojo más grande y bien conservado de toda Europa, y, además, nos quedaba de paso.
















Una vez rodeado el Castillo y haber sacado de quicio a mi tío por el rato que tuvo que esperarnos a que mi tía y yo acabáramos de hacernos 46.546.543.567.676 fotos, finalmente iniciamos rumbo hacía la capital.

Después de alrededor de 4 horas de viaje, llegamos.

Devolvimos el coche de alquiler, fuimos al hotel en el que se iban a hospedar la última noche (que penita) y los llevé a que vieran un poco más de Varsovia. Fuimos a el “Saxon Garden”, mi parque favorito, y luego fuimos a cenar al “Zapiecek” para que probaran algunos de los típicos platos polacos (buenísimo todo ya).












Por último, y lo mejor de la noche, fue el postre; es muy típico por los países del centro de Europa y se trata de una masa parecida a la del donut, pero mucho más sabrosa, en forma de cono rebozada de lo que tu prefieras (canela, azúcar, chocolate) y rellena de diferentes toppings; por ejemplo, nosotros elegimos chocolate por dentro y encima una bola de helado de diferentes sabores. Nosotros la pedimos de caramelo (madre mía que cosa más buenaaaa).


Y después del espectacular sabor de boca que nos dejó el postre, los acompañe al hotel y, lamentablemente, me tuve que despedir de ellos hasta mi vuelta a  España. 

A pesar de no gustarme tener que despedirme, estaba tremendamente feliz por poder haber compartido con ellos estos 4 días llenos de risas, aventuras, nuevas aventuras y, sobre todo, por hacerme sentir que al menos por unos instantes volvía a estar en casa y con los míos. Desde aquí, a 2.727,1 km de cada uno de vosotros (familia, amigos, y todos aquellos que han hecho que esta experiencia se haya podido hacer realidad) os doy las gracias por hacerme sentir que haciendo mi vida, viviendo a mi manera, experimentado todo y a miles de kilómetros que estoy de vosotros, nunca estoy sola.

Y bueno, ya paro con las cursiladas que en teoría esto tiene que ser un blog serio, pero bueno algunas palabras bonitas de vez en cuando no vienen mal.

Gracias a todos los que seguís aguantando todas mis aventuras y nos vemos en el siguiente y último post.

jueves, 30 de mayo de 2019

Erasmus


Hoola chic@s. 

Ya estoy en la recta final y me gustaria contaros un poco sobre cómo es realizar un erasmus en varsovia, ya sea via universitaria o via FCT’s, tal y como lo he realizado yo.

Varsovia es un gran destino para decidirte a iniciar una primera aventura erasmus, ya que ofrece muchas facilidades para los jóvenes estudiantes. Por ejemplo, en las universidades (por lo menos en la que esta Martí, mi compañero de piso), tienen a alumnos de la misma que ayudan a los recién llegados a adaptarse, conocer un poco la ciudad… En general, es como una manera de brindar apoyo y hacerte sentir que no estás solo. Además, estos chicos suelen hablar tú mismo idioma, por ejemplo: Kacper, que es el Baddy (es cuqui el nombre eeh) de Martí, es como se les denomina en la Universidad, tiene el C1 de español por lo que lo habla perfectamente.

En mi caso, desde la movilidad de erasmus de Aragón, me pusieron en contacto con otros alumnos de toda la comunidad que también iban a realizar FCT’s en la capital polaca y en el mismo periodo.

Así es como conocí a Raquel, porque, además de compartir el puesto de trabajo, también decidimos ponernos de acuerdo con los billetes, el piso y demás y desde el primer momento nos convertimos en un gran punto de apoyo la una para la otra. 

También, nos facilitaron el número de un chico que el año pasado realizó las prácticas en Varsovia y nos fue bastante útil para encontrar piso, explicarnos cuatro cosas antes de viajar. En definitiva, nos puso un poco más en situación y se lo agradezco bastante.

De esta manera, también conocí a Bárbara. Con ella empecé a coincidir unos días después de llegar a Varsovia ya que no estudia lo mismo que yo sino que ella se dedica al sector de imagen I audiovisuales, pero, aun sin compartir puesto de prácticas, ha sido una de las personas fundamentales en estos casi 3 meses.


Por otra parte, también contacte con dos chicos más que también tenían como destino el Hotel Leonardo Royal Warsaw, pero ellos en el sector de cocina (nos viene genial a la hora de comer) y poco a poco fuimos conociéndonos un poco más y hacienda bastante pina.













Ajeno a todas las oportunidades que te brindan las movilidades Erasmus, la ciudad dispone de bastantes zonas y eventos en las cuales se concentran casi todos los jóvenes de diferentes partes del mundo que están en la misma situación que tú, e incluso jóvenes polacos, y es una gran oportunidad para poco a poco ir conociendo a gente e ir formando tu propio grupo.

Realmente si vas con ganas de pasártelo bien, aprender, disfrutar y sobretodo con la mente bien abierta y aprovechando cada oportunidad que se te ofrece, vivirás una experiencia llena de satisfacción y diversión de las que solo sacarás cosas buenas para todo lo que te queda por vivir y aprender.
Así que os animo a cada uno de vosotr@s a atreveros a sentir en todos los sentidos porque seguro que algo bueno os lleváis.

Nos vemos en el siguiente post!

miércoles, 29 de mayo de 2019

Un viaje para recordar


Sé que últimamente estoy un poco desaparecida y os tengo bastante desinformados, pero hoy vuelvo para contaros el primer viaje como mochileras de Bárbara, Raquel y yo. Sin duda un viaje para recordar en todo los sentidos.

Una de las cosas que más nos unió a Bárbara y a mí, fueron las locuras y las ganas de viajar y conocer mundo que ambas compartimos. Por ello, junto a Raquel, mi fiel compañera de cualquier locura que se me ha ido ocurriendo en estos meses fuera de casa, decidimos embarcaros en una primera aventura y viajar hasta Bratislava y Budapest.
Cogimos un autobús desde Varsovia a nuestro primer destino… BRATISLAVA!!
Fueron unas 12 largas horas a de viaje, pero bueno entre que tuvimos que hacer transbordo en Cracovia (que casi la liamos y nos subimos en otro BUUUUUUUS pero na’h to controlao) y viajamos toda la noche, lo llevamos bastante bien.
Una vez en la capital eslovaca, nos dirigimos al hostel (donde íbamos a pasar la noche) para hacer el check-in, dejar las maletas y, una vez todo listo, por fin empezar a investigar la ciudad.

Nuestra primera visita fue al castillo de Bratislava. De él podría destacar que está situado en una de las colinas de la localidad y desde ella puedes disfrutar de una maravillosa panorámica de toda la ciudad.















También, dispone de unos grandes y hermosos jardines en los que poder perderte durante un rato, relajarte y disfrutar de ellos.
Una vez disfrutadas las vistas (y para que engañarnos, después de hacernos miles de fotos postureo), nos dirigimos al centro histórico y a los puntos más significativos de la ciudad.











A medida que íbamos paseando por las calles, cada detalle que encontrábamos en ellas nos iba sorprendiendo. Finalmente, llegamos al famoso arco, que da paso al centro y en lo alto se encuentra uno de los campanarios más antiguos de la ciudad. 

Atravesándolo, llegamos a otros puntos significativos de la misma, así como la estatua de “Cumil”; una de las más peculiares, ya que no es demasiado común encontrarse a un hombre saliendo de una alcantarilla.  También, localizamos la estatua de “Schone Naci”, una de las más importantes de Bratislava ya que representa a un señor que vagaba por las calles de la antigua ciudad, en frac y un sombrero de copa, que ante las damas, se lo quitaba en muestra de saludo.
 





Continuamos nuestra ruta y pudimos disfrutar de: la famosa Iglesia Azul, el puente de San Miguel, el cual atraviesa el gran río Danubio y de noche tiene una vista espectacular del castillo y el resto de la ciudad, y la plaza “Hviezdoslav”, en la cual nos encontramos con una concentración de coches antiguos bastante curiosos.









Y, por último, de camino al hostel, nos encontramos con el “Palacio de primado”. Nos llamó mucho la atención la fuente situada en la entrada, ya que contiene una bola del mundo bastante bonita en su interior.











Una vez visitados los principales puntos de la ciudad, decidimos ir hacia nuestro alojamiento a descansar un rato y recargar energías para poder acabar de disfrutar de las pocas horas que nos quedaban es la capital eslovaca.

Todo iba muy tranquilo hasta que, de repente, mientras acabábamos de asearnos y acicalarnos (ponernos bellas) para salir a ver que se cocía por la noche Brastislva, alguien abrió la puerta de la habitación. 
Era una de nuestras compañeras de habitación, ya que la compartíamos con 3 chicas más. 
Desde el primer momento, congeniamos todas genial hasta tal punto de irnos todas juntas a acabar de disfrutar de nuestra estancia en la ciudad.

En ese momento, una vez más, me recordé lo increíblemente satisfactorio que podía llegar ser, conocer y viajar por el mundo sin esperarse nada, simplemente dejándose llevar.

Al día siguiente, nos montamos en otro autobús con destino a Budapest a por nuestra segunda aventura del viaje.
Y cuando todo nos iba vienta en popa, de repente, la cruda realidad decidió aparecer en forma de timador, inocencia e inexperiencia dejándonos con un mal sabor de boca. 
Nada más llegar a la capital hongarina, un taxista que parecía de lo más simpático y amable, resultó ser todo lo contrario, estafándonos y haciéndonos sentir de lo más ilusas debido a nuestra falta de experiencia ante estas situaciones en las que te puede poner la vida.
Después de hacer el chek-in, descargar el equipaje e intentar tranquilizarnos después del disgusto que llevábamos encima, nos dirigimos a una de las termas más famosas de la ciudad, ya que se encuentra en el exterior y es una de las más antiguas.

Cuando pensábamos que no podía sucedernos nada peor y que en cuanto pusiéramos pie en las termas haríamos borrón y cuenta nueva (que ilusas), nos encontramos con el maravilloso transporte publico…

Nos dirigimos al  metro y, como estábamos más perdidas que una aguja en un pajar, decidimos preguntar a un hombre (lo peor que pudimos haber hecho) que pasaba por allí sobre la línea más rápida para llegar al balneario. Nos dijo que nos acompañaba a la boca de metro más cercana. Nosotras ya escarmentadas de la situación anterior, no teníamos muy claro que hacer, pero como deseábamos llegar cuanto antes le hicimos caso. 

Una vez llegamos a la entrada del metro, bajamos las escaleras y, de repente, aparece el metro y el chico nos dice “ese eeh eseee eeeh” y mientras nos empujaba hacia dentro yo le preguntaba “pero ande está el tiqueeeee”, pero no me respondía y sin quererlo ni beberlo nos encontrábamos dentro. Empezamos a preguntar a toda la gente del vagón dónde se podían comprar los tiquetes y, de repente, tuvimos la gran mala suerte de toparnos con los revisores. En verdad, pensándolo fríamente, la situación fue graciosa: yo tan tranquila sin saber que era la revisora, le pregunté “dónde se compran los tiquee” y me dice “no tiene tikeet” y yo “noooo necesito saber dónde se compran” y  entonces me dice “pues tienes un problema”. En ese momento no podía pensar en nada más que no fuera “Porfavor no me multeees”, pero evidentemente nadie me escuchó y es, efectivamente, lo que nos sucedió (multaaa al cantoooo). Nos bajamos de la estación, nos cogieron los datos, nos entregaron el certificado de multa y nos cobraron el importe correspondiente (vaya sablazooo).








Pasado este mal trago, y ya sin ganas de nada mas de que se acabara ese viaje ya y volver a casa, por fin llegamos al balneario donde nos pudimos relajar y evadirnos por unos instantes de todo lo que nos había sucedido nada más llegar.


Al salir, nos fuimos a hacer un poco de turismo nocturno. Atravesamos dos de los múltiples puentes que unen las dos partes de la ciudad Buda y Pest y atraviesan el rio Danubio, vimos la famosa noria, la iglesia de san Esteban, el catillo  de Buda y el parlamento iluminado. Después de andar más de dos horas, sin apenas darnos cuenta, nos dirigimos hacia el hostel para descansar y olvidar ese día lleno de experiencias negativas.



Suerte que, como dice el refrán, “después de la tormenta siempre llega la calma” y así fue. Nuestro segundo día fue muchísimo mejor: a primera hora de la mañana realizamos un free tour en el que visitamos la parte más histórica y el cual duró alrededor de unas 3 horas.











Al finalizarlo, nos dirigimos hacia la parte de Buda (la zona alta de la ciudad) para ver su castillo, su iglesia y todos los encantos que esconde en cada uno de sus rincones. 












Y ya para ir finalizando el día, antes de ir al embarcadero a coger un barco para realizar el recorrido nocturno por el Danubio, fuimos a visitar la isla Margarita, que está situada en uno de los puentes que he nombrado antes y en ella se encuentran varias áreas para hacer deporte, zonas de ocio en las cuales alquilar patinetes, bicicletas, tándems… (Siguiendo la línea de la locura cogimos uno y fue sin duda lo mejor de todo el viaje!!).












También, había una fuente con elementos multimedia con luces música y efectos con el agua.


Para finalizar nuestro viaje, como he comentado antes, nos embarcamos en una travesía por el Danubio acompañado de un audio guía que, de una forma narrativa y bastante emotiva, nos iba contando varias historias de los diferentes monumentos por los que íbamos pasando.

Con ello, conseguimos verle otro lado a la ciudad y sacarnos la espinita que llevábamos clavada de todo lo sucedido nada más llegar.

Y después de otras 12 largas horas de autobús, dimos por finalizado nuestro primer viaje lleno de diversas emociones que, al fin y al cabo, es el riesgo que debes correr cuando te atreves a vivir sin medida.

Espero que nuestra historia os haya gustado o al menos hayáis pasado un buen rato riéndoos de nuestras aventuras. 
Y recordad: nada es lo que parece, así que un poco de desconfianza a veces no viene nada mal.