domingo, 12 de mayo de 2019

Reencuentro


Buenos días, buenas tardes o buenas noches, depende del momento en el que saquéis un poquito de vuestro valioso tiempo para leer mis historias.  En el post de hoy os explicare mi primer viaje y mi primera visita después de un mes fuera de casa.

Para semana santa vino a visitarme mi madre (una de las personas, que sin imaginármelo antes de emprender mi viaje, echaba más de menos) y, como a venturera que es, me propuso, junto algunas de mis compañeras y amigas de esta experiencia, de ir a visitar Kraków, las minas de sal de “Wielicka”, las montañas de “Zakopane” y el campo de concentración de Auschwitz, como ya os comente en el post anterior.

Nuestra aventura comenzó alquilando un coche para poder desplazarnos hasta nuestros destinos. Esta parte fue bastante caótica (madre mía con los neerviioosss!! Jajaja); después de una hora intentando llegar a la recogida del vehículo de alquiler, lo encontramos. Una vez allí nos atendió un muchacho muy majo, nos hizo el “check-in” y nos entregó las llaves del que iba a ser nuestro medio de transporte durante los próximos cuatro días.

Nos dirigimos al parking donde se encontraba un Mercedes-Benz GL 200 (o en mi total desconocimiento de modelos de coches, un meeerceedacooo de cuidao). Metimos el equipaje en el maletero, nos subimos al coche, mi madre se adaptó el asiento para poder conducir con comodidad y pareció estar todo listo para emprender nuestro viaje… Cuando de repente nos dimos cuenta que el coche no tenía marchas(omaitaa😱!). En ese momento, el primer pensamiento fue que al ser automático era normal que no tuviera marchas (pero es que no tenía ni la palanca de pa’lante pa’trás, estacionado o en movimiento), pero tenía que tener algo para poder indicar la dirección del vehículo y nosotras no lo encontrábamos. Suerte que por el parking apareció uno de los encargados y nos explicó que se hacía desde la palanca del intermitente y que todo lo demás funcionaba igual que un coche corriente. Después de este pequeño percance, debido a nuestra ignorancia en nuevas tecnologías, emprendimos  ruta hacia Kraków.

Después de 5 horas de viaje, debido a las  maravillosas obras que integran las carreteras por las que pasamos, llegamos al destino.

El primer día visitamos “Wielicka” dónde se encuentra una de las minas de sal más antiguas del mundo, explotada sin interrupción desde el siglo XIII, con una profundidad de 327 metros y una longitud superior a los 300 kilometros. 












El recorrido completo dura como unas 3 horas, ya que en nuestro caso íbamos con un grupo guiado en el que nos iban contando la historia de cada uno de los rincones por los que pasábamos.














En mi opinión es uno de los lugares de obligada visita si vas a Polonia, ya que es impresionante todo lo que hay construido a tantos metros bajo tierra.














Al salir de las minas nos dirigimos a Kraków. 
Nos adentramos entre sus calles, sus plazas, su paseo por el río, su castillo y cada paso que dábamos nos encontrábamos con más gente bien  arreglada, con cestas en las manos (llenas de comida) que se dirigían a las diferentes iglesias de la ciudad para bendecirlas. En este país es tradición en pascua llevar las cestas a bendecir y comerse el contenido de las mismas al día siguiente para desayunar. Era bastante curioso de ver.

De esta ciudad se podría destacar su estilo medieval en su centro histórico y la mayoría de las calles y la cantidad de turistas que visitan la ciudad debido a que ha sido una de las más importantes del país.

Y por último visitamos Zakopane, unos de los pueblos más destacados por tener cerca una de las montañas con mejores vistas, a la cual se puede acceder mediante funicular o telesilla.














Primero, nos dirigimos a hacer un poco de senderismo y encontramos un lugar en lo alto de la naturaleza con una cascada de lo más conocida por la zona. Después de estar toda la mañana perdidas por la tranquilidad y la paz que aportaba ese lugar, fuimos para el pueblo en busca de algún lugar para comer y luego visitar un poco la localidad.

Comimos en un restaurante polaco en el que tuvimos un pequeño percance a la hora de pedir la bebida, ya que nos apetecía una cerveza y le pedimos una jarra de medio litro. Nos dimos cuenta que no lo habíamos pedido bien o que el camarero no nos entendió, cuando de repente apareció con un surtidor de 2 litros de cerveza🍻(experiencias que te pasan cuando no conoces muy bien un idioma). Una vez comidas y sobretodo nada sedientas, fuimos a pasear un poco por el pueblo.
Una de las cosas más curiosas y sobretodo más divertidas de la visita a Zakopane, fue el momento en el que encontramos una casa del revés y, además, inclinada. Se ve que es uno de los lugares más conocidos por los turistas debido a su originalidad y al buen rato que te hace pasar.

Sin duda de este viaje me quedo con las risas, los momentos de nerviosismo y tensión que luego acaban valiéndose en carcajadas al recordarlo, pero sobretodo me quedo con los buenos momentos y el recargue de energía que fue para mí reencontrarme con mi madre💖.

Y con las pilas bien cargadas y feliz de poder sentir y disfrutar de cada momento de esta experiencia, me despido de vosotros hasta el siguiente post.













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