Sé que últimamente estoy un poco
desaparecida y os tengo bastante desinformados, pero hoy vuelvo para contaros
el primer viaje como mochileras de Bárbara, Raquel y yo. Sin duda un viaje para
recordar en todo los sentidos.
Una de las cosas que más nos unió
a Bárbara y a mí, fueron las locuras y las ganas de viajar y conocer mundo que
ambas compartimos. Por ello, junto a Raquel, mi fiel compañera de cualquier
locura que se me ha ido ocurriendo en estos meses fuera de casa, decidimos
embarcaros en una primera aventura y viajar hasta Bratislava y Budapest.
Cogimos un autobús desde Varsovia
a nuestro primer destino… BRATISLAVA!!
Fueron unas 12 largas horas a de
viaje, pero bueno entre que tuvimos que hacer transbordo en Cracovia (que casi
la liamos y nos subimos en otro BUUUUUUUS pero na’h to controlao) y viajamos
toda la noche, lo llevamos bastante bien.
Una vez en la capital eslovaca,
nos dirigimos al hostel (donde íbamos
a pasar la noche) para hacer el check-in,
dejar las maletas y, una vez todo listo, por fin empezar a investigar la
ciudad.
Nuestra primera visita fue al
castillo de Bratislava. De él podría destacar que está situado en una de las
colinas de la localidad y desde ella puedes disfrutar de una maravillosa
panorámica de toda la ciudad.
También, dispone de unos grandes y hermosos
jardines en los que poder perderte durante un rato, relajarte y disfrutar de
ellos.
Una vez disfrutadas las vistas (y
para que engañarnos, después de hacernos miles de fotos postureo), nos
dirigimos al centro histórico y a los puntos más significativos de la ciudad.
A
medida que íbamos paseando por las calles, cada detalle que encontrábamos en
ellas nos iba sorprendiendo. Finalmente, llegamos al famoso arco, que da paso
al centro y en lo alto se encuentra uno de los campanarios más antiguos de la
ciudad.
Atravesándolo, llegamos a otros puntos significativos de la misma, así
como la estatua de “Cumil”; una de las más peculiares, ya que no es demasiado
común encontrarse a un hombre saliendo de una alcantarilla. También, localizamos la estatua de “Schone Naci”,
una de las más importantes de Bratislava ya que representa a un señor que
vagaba por las calles de la antigua ciudad, en frac y un sombrero de copa, que
ante las damas, se lo quitaba en muestra de saludo.
Continuamos nuestra ruta y pudimos
disfrutar de: la famosa Iglesia Azul, el puente de San Miguel, el cual
atraviesa el gran río Danubio y de noche tiene una vista espectacular del castillo
y el resto de la ciudad, y la plaza “Hviezdoslav”, en la cual nos encontramos
con una concentración de coches antiguos bastante curiosos.
Y, por último, de camino al hostel, nos encontramos con el “Palacio
de primado”. Nos llamó mucho la atención la fuente situada en la entrada, ya que
contiene una bola del mundo bastante bonita en su interior.
Una vez visitados los principales
puntos de la ciudad, decidimos ir hacia nuestro alojamiento a descansar un rato
y recargar energías para poder acabar de disfrutar de las pocas horas que nos
quedaban es la capital eslovaca.
Todo iba muy tranquilo hasta que,
de repente, mientras acabábamos de asearnos y acicalarnos (ponernos bellas)
para salir a ver que se cocía por la noche Brastislva, alguien abrió la puerta
de la habitación.
Era una de nuestras compañeras de habitación, ya que la
compartíamos con 3 chicas más.
Desde el primer momento, congeniamos todas
genial hasta tal punto de irnos todas juntas a acabar de disfrutar de nuestra
estancia en la ciudad.
En ese momento, una vez más, me
recordé lo increíblemente satisfactorio que podía llegar ser, conocer y viajar
por el mundo sin esperarse nada, simplemente dejándose llevar.
Al día siguiente, nos montamos en
otro autobús con destino a Budapest a por nuestra segunda aventura del viaje.
Y cuando todo nos iba vienta en
popa, de repente, la cruda realidad decidió aparecer en forma de timador,
inocencia e inexperiencia dejándonos con un mal sabor de boca.
Nada más llegar a la capital hongarina,
un taxista que parecía de lo más simpático y amable, resultó ser todo lo
contrario, estafándonos y haciéndonos sentir de lo más ilusas debido a nuestra
falta de experiencia ante estas situaciones en las que te puede poner la vida.
Después de hacer el chek-in, descargar el equipaje e
intentar tranquilizarnos después del disgusto que llevábamos encima, nos
dirigimos a una de las termas más famosas de la ciudad, ya que se encuentra en el
exterior y es una de las más antiguas.
Cuando pensábamos que no podía
sucedernos nada peor y que en cuanto pusiéramos pie en las termas haríamos
borrón y cuenta nueva (que ilusas), nos encontramos con el maravilloso
transporte publico…
Nos dirigimos al metro y, como estábamos más perdidas que una
aguja en un pajar, decidimos preguntar a un hombre (lo peor que pudimos haber
hecho) que pasaba por allí sobre la línea más rápida para llegar al balneario.
Nos dijo que nos acompañaba a la boca de metro más cercana. Nosotras ya
escarmentadas de la situación anterior, no teníamos muy claro que hacer, pero
como deseábamos llegar cuanto antes le hicimos caso.
Una vez llegamos a la
entrada del metro, bajamos las escaleras y, de repente, aparece el metro y el
chico nos dice “ese eeh eseee eeeh” y mientras nos empujaba hacia dentro yo le
preguntaba “pero ande está el tiqueeeee”, pero no me respondía y sin quererlo
ni beberlo nos encontrábamos dentro. Empezamos a preguntar a toda la gente del
vagón dónde se podían comprar los tiquetes y, de repente, tuvimos la gran mala
suerte de toparnos con los revisores. En verdad, pensándolo fríamente, la
situación fue graciosa: yo tan tranquila sin saber que era la revisora, le
pregunté “dónde se compran los tiquee” y me dice “no tiene tikeet” y yo “noooo
necesito saber dónde se compran” y
entonces me dice “pues tienes un problema”. En ese momento no podía
pensar en nada más que no fuera “Porfavor no me multeees”, pero evidentemente nadie
me escuchó y es, efectivamente, lo que nos sucedió (multaaa al cantoooo). Nos
bajamos de la estación, nos cogieron los datos, nos entregaron el certificado
de multa y nos cobraron el importe correspondiente (vaya sablazooo).
Pasado este mal trago, y ya sin
ganas de nada mas de que se acabara ese viaje ya y volver a casa, por fin
llegamos al balneario donde nos pudimos relajar y evadirnos por unos instantes
de todo lo que nos había sucedido nada más llegar.
Al salir, nos fuimos a hacer un
poco de turismo nocturno. Atravesamos dos de los múltiples puentes que unen las
dos partes de la ciudad Buda y Pest y atraviesan el rio Danubio, vimos la
famosa noria, la iglesia de san Esteban, el catillo de Buda y el parlamento iluminado. Después de
andar más de dos horas, sin apenas darnos cuenta, nos dirigimos hacia el hostel para descansar y olvidar ese día
lleno de experiencias negativas.
Suerte que, como dice el refrán, “después
de la tormenta siempre llega la calma” y así fue. Nuestro segundo día fue
muchísimo mejor: a primera hora de la mañana realizamos un free tour en el que visitamos
la parte más histórica y el cual duró alrededor de unas 3 horas.
Al finalizarlo,
nos dirigimos hacia la parte de Buda (la zona alta de la ciudad) para ver su
castillo, su iglesia y todos los encantos que esconde en cada uno de sus rincones.
Y ya para ir finalizando el día, antes de ir al embarcadero a coger un barco
para realizar el recorrido nocturno por el Danubio, fuimos a visitar la isla Margarita,
que está situada en uno de los puentes que he nombrado antes y en ella se encuentran
varias áreas para hacer deporte, zonas de ocio en las cuales alquilar patinetes,
bicicletas, tándems… (Siguiendo la línea de la locura cogimos uno y fue sin
duda lo mejor de todo el viaje!!).
También, había una fuente con elementos
multimedia con luces música y efectos con el agua.
Para finalizar nuestro viaje,
como he comentado antes, nos embarcamos en una travesía por el Danubio acompañado
de un audio guía que, de una forma narrativa y bastante emotiva, nos iba
contando varias historias de los diferentes monumentos por los que íbamos
pasando.
Con ello, conseguimos verle otro
lado a la ciudad y sacarnos la espinita que llevábamos clavada de todo lo
sucedido nada más llegar.
Y después de otras 12 largas
horas de autobús, dimos por finalizado nuestro primer viaje lleno de diversas
emociones que, al fin y al cabo, es el riesgo que debes correr cuando te atreves
a vivir sin medida.
Espero que nuestra historia os
haya gustado o al menos hayáis pasado un buen rato riéndoos de nuestras
aventuras.
Y recordad: nada es lo que parece, así que un poco de desconfianza a
veces no viene nada mal.